viernes, 28 de junio de 2013

Y escribiré un Réquiem.


Dame un vacío y saltamos.
Dame sueños y te lo quito.
Dame días y anochecemos.
Dame tropiezos y te sangro.
Dame un abismo y te respiro. 
Dame segundos y me acelero. 
Dame esquemas y los rompo. 
Dame una sonrisa y me cuelgo. 

Dame nubes y te lloro.
Dame letras y te verso. 
Dame un roto y te coso. 

Dame razones y la pierdo.



lunes, 10 de junio de 2013

Soñ-arte.

Un día entre tanto verso le encontré. Escribe sobre sus cicatrices sobretodo en días (nublados) como hoy donde éstas arden por encima de sus posibilidades. Tiene esa capacidad que cualquiera quiere, pero que no quiera puede: convertir el dolor en arte. 
El día que le encontré gritando en silencio hablaba de su próxima cicatriz. Escribía a una escritora y hoy la escritora le escribe a él. Porque él ha sabido cómo romper todos mis esquemas y hacer que los pedacitos no se me claven. Me ha recordado que es mejor conjugar en futuro que en pasado. Me ha sabido versar cuando aún no me había besado. Me ha enseñado a desmontar camas cuando no tenía ganas de dormir, pero sí de soñar. Me ha hecho los sueños. Me ha cambiado todos mis puntos por comas para que no encontremos el final. Me ha enseñado que cada milímetro de mi cuerpo puede gustarme si es él quién lo recorre. 
También hablaba de una cantante de rock y él ahora sabe que perdería todas las veces que fuese necesario por verle sonreír. Por pasear con la Luna de farol. Por sus labios diciéndome: esta noche quédate. Sabe que este bar está cansado ya de despedidas. Sólo quiero remacharle sonrisas de hierro de esas que disipan las brumas. 
Entre sus renglones también incluia a una abogada. Hoy sé que la mayor condena es que sea preso de un cuerpo que no coincide con las curvas del mío. Ya conozco las multas por exceso de velocidad en la curva de su sonrisa. Quizá la cárcel sea el fin de esta libertad con sabor a sus labios. 
Casi al final hablaba sobre una pintora. Cuando él es quién ha sabido pintarme sonrisas sin píncel. Cuando me ha pintado una de esas nubes que no lloran. Ahora soy yo la que mancha todo de gris si no puede pintar sus días con todos los colores, hasta con los que aún no hemos inventado desde la alfombra de su habitación. Quiero borrar su pasado pintando un futuro. ¿Por qué? Porque él no sólo escribe arte. Él es arte.


P.d.: Bes-arte
Toc-arte.
Pint-arte.
Cant-arte
Abraz-arte.  
Conjug-arte.

Foll-arte.
¿Cómo no vas a ser arte? 

miércoles, 5 de junio de 2013

En mi nube azul.

"Puedo mentir muchas veces, pero no cuando escribo. Y mucho menos cuando te escribo. Supongo que tampoco sé disimular cuando sólo sé gritar con los ojos. Estoy cansada de tormentas. De nubes que no son la nuestra. Supongo que por eso siempre estamos nublados, porque hay muchas nubes, pero ninguna es la que nos prometimos. Pero, ¿sabes? Nadie dijo que fuera fácil subirse a nuestra nuble sin temblar y que no fuese del frío. Pero todo ese vértigo no me quita las ganas de ti. Ni el vértigo. Ni el frío. Ni todas esas nubes con ganas de tormenta. Si quiere llover, que llueva. Aprenderemos a bailar bajo la lluvia. Callaremos toda esa lluvia callando todos estos miedos. Sólo necesitamos olvidarnos del vértigo y aún siendo Junio creer en la primavera.

Estoy aquí. Allí. No sé dónde, pero contigo." 

Demasiados terremotos desde esta pequeña confesión. Eternidades de siete horas. Besos a destiempo. Rincones de Madrid envidiándonos. Primaveras desbocadas en pleno mes de junio. Sonrisas de esas que delatan hasta al mejor mentiroso. Tragos de Barceló mezclados con demasiadas ganas de beber, pero de ti. Pérdidas de noción del tiempo en cualquier bar de Malasaña. Taxis llenos de “mañana te vuelvo besar”. Sábados más viernes que nunca. Ser uno rodeado de gente, arena y ruido. Enfados improvisados como pasatiempo. Jugar al escondite desde el cuello de tu camisa. Ver tu camisa tirada en el suelo de aquella habitación. Declaraciones de guerra en cualquier cama. Domingos más grises con tremendas ganas de llover. Cielos soleados llenos de nubes. Dolor resumido en mordiscos. Trenos que cogemos aún queriendo vivir en andenes con la persona con la que perderíamos el miedo a acabar en el destino equivocado. Lunes en terminales de autobuses. Todos esos “quédate” en forma de abrazos. Aquel disco que cantaba a todos los monstruos de su armario aún sin saber que desde entonces los monstruos habían desaparecido. (O no. Y se transformaron en despedidas inevitables, ganas de llorar y maletas llenas de impotencia.) Y ante todo, ese “estamos juntos en esto, pequeña.”

Quizá haya malgastado líneas pudiendo resumir todo en un: