sábado, 13 de diciembre de 2014

Hago bang y aparezco a tu lado.

Confundo hacer apología a los domingos y al terrorismo. Ya no distingo el bien que nos hicimos del daño que nos hacemos. No hay más balanza que tus rodillas con complejo de columpio, ¿lo recuerdas? Pues olvídame. Recuérdame como la que se quedó para irse. De sí misma. Para darte lo mejor de ella, poco. No me lo devuelvas, soy incapaz de dárselo a nadie más. Manoseado por ti, como si tuviera más valor. El que me falta para decirte - y no escribirte- que me haces falta. Que me falto yo. Que me pueden los impulsos de salir corriendo, tras de mí. Y que tú lo hagas detrás de mí, loca.

Ya no quedan cerrojos, 
tus dedos los han reventado todos.

 La llave de todos los portazos. De los estoy, sólo necesito tenerme. La eterna tensión entre contigo y sinmí. Ya no sé qué parte del roto me pertenece, si el castigo o el castigarse. La primavera a flor de piel pudriéndose, y yo de envidia cuando se mezclan el morirte con vivir. 

viernes, 7 de noviembre de 2014

Hablar con la boca llena de miedos es de mala educación.

Madrid se ha puesto a llorar 
como el prólogo del final. 
De nosotros. 
Como en tantas despedidas. 


Las ganas de volar y mi vértigo son enemigas, de ahí lo de nunca estar a la altura. A tu altura. Siempre supe que me venías grande cada vez que me llamabas "pequeña". Pero que las camisas que me gustan no me quedan exactamente prietas.

Las canciones siguen siendo ciencias exactas: 
no fue buena idea venir hasta mí

Hasta mi desastre lleno de no te acerques mientras te como la boca. Y quién no quiere ser Caperucita si tú eres el lobo. Me hablaba de árboles y bosques, -nunca lo entendí hasta hoy, como otras tantas cosas- pero yo le dediqué mi jardín favorito: Atocha.

  Estos hecha a base de andenes, Robe. 

Prometo seguir regalándote estaciones, lo jodido es que me pillas en Otoño y todo cae -por su propio peso-, incluyendo mis hojas que no leerás. Nunca verán la luz, tú. Como mi mejor versión, una canción inédita. En tu garganta compuesta a base de versos cosidos en tus dedos. A mi espalda. He vuelto a estar entre la espada y mi pared. Con lo bonitas que eran las paredes de aquel antro, y eso que no me vieron estamparte contra las paredes de aquel hostal.

De no tocarnos hemos acabado hundiéndonos.

 Sólo trato de escribir-te lo que siento, que lo siento. Una vez más he sido menos, ahora que no sé sumar porque no cuento ni conmigo

martes, 2 de septiembre de 2014

Bailarnos.

Al salir de la ducha sonaba Elvis, susurrando una balada. Y cómo no voy a caer en la tentación de bailarnos torpemente. Tus manos y mi cintura. A veces tirar la toalla merece la pena. Será cuestión de echarte imaginación. Dice Albert que cuando cerramos los ojos al besar es para concentrar todos nuestros sentidos en uno, tú. Entonces estás susurrándome un "yo vengo, te doy fuerzas para unos meses y me voy". Y, joder si me la das. Me crecen Febreros entre tu espalda y la pared. Dime cómo no florecer. Ya lo escupí: amor, revolución o barbarie. De todas ellas, me quedo contigo. Todo. Pero dame más. Besos de esos en la nunca que me hacen olvidar el suelo y recordar el cielo de tu paladar. Quién no quiere amanecer así. Por no sé cuántas vidas más... Y las que vengan, que tú no te vayas. 

viernes, 4 de julio de 2014

Todos los precipicios llevan a la misma resaca.

No es que te haya dejado de beber, si no que esquivo todas las resacas que nunca compartiremos. Pero dame cama que se me agotan los sueños mientras yo me reinvento. El precipicio de nunca caer. Y siempre terminar en el principio del bucle que nunca tuvo lugar. Como yo en tus planes. Le estoy escribiendo al pasado que ya no tiene futuro. No sé cómo he podido volver a caer en la trampa del no olvido. Del reabrir heridas como pasatiempo. Que nunca se queda y siempre pasa. De largo. Supongo que al final los trenes sí que existen, pero los andenes también. Y yo no me canso de quedarme a dormir en ellos con el rencor de que un día seas tú quien me despierte.

He dejado de todo contigo, en serio. Incluso de esquivar tu recuerdo más allá del ocaso que creaba la atmósfera maloliente de alcohol. Todo eso que dicen de reinventarse o morir hace tiempo que se me clavó en el fondo de todo tu ser. Porque sí, sigo estando aunque tú te tapes esos ojitos que sabían a huida fugaz. Menos mal que me reconocí como egoísta frente al mundo y rompí todos los espejos para no vernos. Digo menos mal porque así todas las balas estarán a salvo esperando impacientes el día que decida darles uso. El precipicio de nunca, doler. Y el de siempre terminar, en el bucle con más miseria del lugar. Como yo en tus sábanas, escribiendo el futuro que jamás hubiera pasado. ¡Qué incrédula la esperanza anudada al pecho! No sé cómo he podido con tanta trampa. Mía contra mí. Pero todas las heridas cerradas, ya. Tanta disposición ofrecí a mi mente materializando una idea superflua más allá de pesquisas exentas de epidermis muerta hasta que aprendí a quererlos, con sus retrasos y sus manías de llevarse ese olor en andenes. Aunque siempre los de enfrente.
¡Qué estúpidos los trenes sin efectuar parada en la estación de la desidia!
No sabías querer y se te pudrió el corazón. De eso me alegro, porque aunque me vaciases por completo me quisiste también. Y eso no volverá a ser así. De eso me alegro. Tantos planes que hicimos juntos y ahora estás haciendo realidad con otra. Por eso ya no te quiero, porque el rencor supera con creces cualquier ápice de otro sentimiento. Muerto. Todos muertos, menos las ciudades de mierda, que me elevan mucho más. De lo que tú nunca, hiciste. Menos mal que me desenamoré de ti, para enamorarme de mí.

Escucho a Lana e invoco a mi mejor yo. A la inmortal de tantos rotos. Me siguen sobrando gente y faltando balas. Ojalá de verdad voléis y sea por los aires. Yo me quedo en mi eterno vendaval. No me habléis de aire si nunca os ha respirado en la nuca. Pidiendo más. Siempre va a más. Incluso la decadencia. Cuando crees que ya está tan roto como para poderse romper te dan las seis. Araño techo como intentando demostrar que sólo se trata de narcolepsia. Voy a despertar. Voy a saltar al vacío con los ojos abiertos. Para cerrada ya estoy yo y sigo sin tener ningún mérito. Descosiendo los descosidos. Retando al de­sastre. No sé de constantes y mucho menos de las vitales. Y me late que esto sólo es una bienvenida más despidiéndose. Más puertas y sus sucesivos portazos. En eco. He creado mi propio techo aracnoideo reventándose por toda la presión con noches en las que me trepo las telarañas. Me recreo como un puto niño. Juego conmigo. Como tratando de ser el dios en el que nunca creí. Porque yo sola me sé crear. Autodestrucción. Benditos bucles podridos que apestan manteniendo cerca mis arcadas, pero lejos de vuestras narices. Asómate y tírate, no pienses en el paracaídas, no lo vas a necesitar: aquí dentro nunca se deja de caer.


miércoles, 28 de mayo de 2014

Desiertos de relojes de arena, ya no.

El reloj se ha vuelto a parar. Hoy eran poco más de las siete. Poco después tú ya no querías que compartiésemos más el tiempo. 
¿Casualidades? 
Ya sabes que yo sólo creí en las casualidades que llevaban tu nombre y vuelve a no faltar ninguna letra.

                          28: Ya no somos dioses. 

domingo, 11 de mayo de 2014

Te quiero y me puedes.

El problema es la ropa que le sobra a mi armario y le falta al suelo de tu habitación. El problema es enamorarme cincuenta veces por minuto sin rozarme ni un segundo. El problema es que es capaz de jugar con mis comisuras sin besarme. El problema es que Madrid es putada sin ti. El problema es que el tiempo pierde el sentido de las agujas del reloj si no lo comparto contigo. El problema es que me jode más despertarme sin ti que no acostarme con cualquiera. El problema es que nos sobran metáforas y nos sigue faltando poesía. El problema es que no hay mayor libertad que atarse a las cuerdas de su locura. El problema es que duelen los domingos y no los mordiscos en el cuello. El problema es que no sé a qué sabe tu cama y ya busco repetición. El problema es la nada por el todo sin ti. El problema es que eres remedio, enfermedad, pero sobre todo cura

Pero... 

el mayor problema 
es que
 sólo tú 
eres solución

jueves, 8 de mayo de 2014

Más de dieciocho primaveras suicidas.

He vuelto a escuchar nuestra canción y ya no suena. Mis comisuras arqueándose, digo. Al igual que no se arquea tu espalda al besar cada una de mis vértebras. Para perder algo primero te lo tienes que ganar. Y a mí me ganaste. Imagina qué parte toca ahora. Pero las mil que soy ni pensarlas. Los sueños se destiñen al Sol de tanto estar en remojo. Como un día estuvieron mis labios por culpa de los tuyos. Más abajo.

Dime que vamos a retroceder sólo con la excusa de coger impulso. Hacia arriba. Estrellarnos en el cielo que inventemos cada día. Con su noche. Vais a menos y yo cada día voy exigiendo más. Dónde guardas los excesos que un día me diste y mis manos no abarcaron. Necesito rasgar tu piel a ver si hoy sí premia la suerte. De tenerte cerca. Mi día favorito no es vie-r-nes, sino tú: mi día de suerte.

He vuelto a bailar nuestra canción sola en mi habitación mientras sonaba en mi cabeza. La cama dando en la pared, a ver. No quería que te acabaras nunca, te bebí entero de un trago. Te besaba la nuca mientras mis tetas se asfixiaban en tu espalda. Mientras me leías hasta el fondo como si de morse se tratara con tu dedo, corazón. Tantas idas y venidas, que nos acabamos perdiendo en distintas partes. Desgraciadamente. Me lo he replanteado mil veces, en serio. Y si tuviese que irme a una isla desierta me llevaría las ganas de vivir que me pusiste en la boca y me dejaría las bragas, la vida e incluso los ritmos que nunca he sabido seguir.

La misma ciudad que me mata me da la vida, pero de nada me sirve guardarla en una caja de cristal si lo transparente me da tirria. Todos los excesos que regalaste cuando la luna no miraba, no sé donde están. Como tú. Necesito darme una tregua y liberarme de ti, de una vez. Por mí y por todas mi compañeras, hablo de las primaveras que no he podido oler mientras estaba anulada esperándote al margen. Necesito reiniciar toda la suerte y metérmela. Vía intravenosa.

¡Dios! Ni el tamaño de mis venas ayudan. Y otra vez. Tus manos rondando por mi cabeza. Mi lengua por la tuya. Pero...

Hemos bailado en la azotea de mi cabeza. Donde no se escuchaba nada más que mis latidos menguando. A la misma velocidad que un día crecimos. Déjame morir en paz. Aunque ya no seas tú quién me resucite. He llorado de aquí a todas las veces que ya no lo haré. Más amargo que el camino de vuelta. Pero yo ya me he ido.

No. Y no. De verdad que no. Nunca se me dieron bien las despedidas. No, me cojas del brazo o te mato. Qué cómo se mata a la vida, a saber. A sabor a ti. A saber de ti. Lo siento, pero ni me gustan ni sé tratarlas. Dan los abrazos más fríos que nunca me hayan dado. Y qué asco. Como eso de que el último cigarro no se le doy a cualquiera, pues con las despedidas igual.

Hay cosas que ya eran bonitas antes de que nadie hablará de ellas también me parece que hay situaciones de las que no hay que despedirse nunca. Llamadme egoísta, que me pone a mil. Kilómetros por segundo. Ojalá. Las metía a todas en una bolsita y las quemaba. Para observarlas agonizar mientras me masturbo en algún rincón del Sol.

lunes, 5 de mayo de 2014

Trescientas setenta y cinco -salva- vidas.

No me habléis de soñar con los ojos abiertos si nunca habéis tenido los suyos. Soñar despiertos para un día soñar en la misma cama. 
Es toda mi calma. Mis ganas de comerme el mundo empezando por su boca y caer en un bucle infinito de noches donde amanecemos. Cambiando estrellas por lunares y lunas por hoyuelos

Casualidades que te besan porque llevan su nombre. 
Pero que ojalá nunca sé lo lleven a Él. 
Y en todo caso y sin emergencia: contigo

Sé lo que es estar sin mí porque he estado sin ti. Aunque siempre eres. Fuiste. Y serás. Necesito romper planes antes de que ellos nos rompan a nosotros. Inventar Madrid desde cualquier garito bebiendo de sus poros. Su risa estancada. Sin dejar de sonar. Y así quién es el valiente que no quiere bailar por otras trescientas sesenta y cinco vidas más. 
Llegó, venció y se quedó. Hemos derribado muros para no ser escombros. Inventando primaveras en pleno Febrero para no olvidar Mayo. Y sus ganas de deshacerme entre cualquier sábana. Empapada de ron. Y de ti. Hemos aprendido a bailarle el agua a toda la lluvia. Reinventándome las tormentas de verano. Desde mis piernas. Hemos acelerado para no frenar nunca más. Si me tengo que estrellar, ya sabes, contra el cabecero de tu cama. Aún no conozco el techo de tú habitación y ya sé que sabe a cielo. Como el de tu paladar. Como tú. 
Por todas estas guerras. Por no perder -me, te, nos-. Prométeme que vamos a seguir guerreando por un trocito más de vida. Entre tus dedos. Entre mi pelo. Entre tu espalda y la pared. 

                                                                                                    Eternos, mi suerte.

martes, 1 de abril de 2014

"Jugamos a ser humanos en esta habitación gris."

Tengo miedo de que llegue el portazo y nuestro rincón se agriete. Un poco más que nosotros. Te mentí, no voy a cantarte un "vuelve". Sólo quiero que no te vayas. Quédate. Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas. Son los mismos a los que se les atraganta el gris y mojarse recorriendo Gran Vía. De tu boca. Y sin mar. 
Contarles que le hicimos trampas a cualquier final. Fuimos en dirección contraria porque les veníamos grandes. Como los amaneceres desde su espalda. Entre tu espalda y la pared es el callejón sin salida más bonito del que no quiero salir. Aunque sácame de aquí. Dime que vamos a huir, pero no de nosotros. 

Y que nunca lo entenderán porque "nosotros somos luz y ellos están ciegos".

martes, 25 de marzo de 2014

Las incoherencias que nunca te dispararé.

La idealización mata. Vale y qué. Si a suicida no me gana nadie pero siempre me pierdo. En todo menos en ti. Qué putada, digo. Y me atraganto de tanto esperar tu saliva sin llegada alguna. Te voy a besar de la mejor manera que no sé mientras te vas, para no volver nunca. Juntos, al punto de retorno. Para olvidar el pasado y desdibujar el dedo que toca el borde de tu boca. Creemos nuestro propio capítulo siete de Rayuela. Recreémonos hasta salir bailando por la puerta de emergencia del bucle más esperpéntico pero acogedor del mundo.
Pero que más mata el que no seas tú quien me mate. Como el color que salpicó todo lo que soy desde que. Un portazo en bucle y mis ganas de no volver a ser el cerrojo. O candados llenos de puentes suicidas que nunca se enamoraron, pero que publicitan el amor. Se me ha roto la llave. Sino me he roto yo. No intentes abrir algo que ya está abierto. Sin llaga no hay dedo como sin amor no hay revolución.
Ojalá nunca sepas lo que querer nadar en un bucle y no querer salir a tomar el sol. No sé nada de dolor si lo más parecido fue verte dormir, pero tantos dedos y tu espalda vacía, tantos miedos y mi cama fría... muy fría.
Hablan de primavera porque no han visto el invierno desde tus pupilas. No han sentido el frío en una habitación oliendo a ti y a tu sudor. Ni como se desangra el mundo cada vez que me muerde las ganas. Sólo hablan pero no sienten. Tirito y en el botiquín sólo quedan puntos. Los que siempre me faltaron. Los que nunca me curaste. Salgo aunque se me atragante todo oxígeno ajeno a ti. 
Y -te- busco. 
Sin éxito.
Me busco. 
Sin ganas.
Todo por encontrar una tirita que. 
Me tape de ti en mí misma. Grietas. Y no me oigo. Pero me retumba el eco.
Todo va a estallar. -Y menos mal, pero desde fuera mientras nos follamos-
Toda galaxia se equipara. Lunares. Y hoyuelos. Cómo no voy a querer encontarme en ti.
Dime que no me vas a perder por miedo a no encontrarte. O hacerlo sin mí. Nada de morir en el intento. Todo de matarnos intentándolo. Ya sabes que nunca me gustaron los finales. Ni felices, porque ya están todos inventados, ni tristes, por miedo a que seamos nosotros quien no nos reinventemos ningún junio más. Perdí los principios con el sujetador cuando me gemiste en formato vida. Perdón por el desorden, pero es todo lo que sé de ti, ojalá nunca sepáis lo que es eso porque es sólo mío. Dime que vamos a tirar para no aflojar el velocímetro de terapia de choque. Contra el muro. En el que. Si, en el que me hiciste luna hasta el fondo del cráter como nunca antes.
Si te pierdo me invento el camino de vuelta. Pero basta ya de perder. Me quiero ganar en ti. Pero vuelves a mi pequeña pajarera como los días de verano donde sudábamos del mundo bajo sábanas. Acelerando. Para quererte despacio y ahorrarme el odiarte deprisa. Precisábamos un plan de huida sin billete de vuelta. La ciudad nos quedaba pequeña porque besábamos mucho mejor de lo que jamás podrá llegar a follar Madrid - que mal baila, por cierto. Mover las caderas tan mal debería ser ilegal-. No pienses más. Si soy sucia es por todos los polvos que no me corresponden. Por todas las llamadas perdidas colgadas de ti. Mi boca. A bocaos' con tus sueños sin romper aunque invitaban a cortarse. Todo fluye porque estás en mis venas. A impulsos con las tuyas. Y no las del cuello precisamente. Eres el sexo de mi vida, en caída libre. Pero vibrando hasta caer. Con las piernas temblando y el corazón congelado. Ven, y traeme la simbiosis más perfecta jamás masturbada.
Si, sexo sin amor recíproco y vida plenamente satisfactoria. Que soy obscena porque te quiero y puedo. Encima y en tu boca. Del revés o en cualquier hotel. Contigo, conmigo o con cualquier satélite. Me sobran más estrellas que a Madrid, imagínate.





Gracias a ella por todos los disparos que te curan del mundo. 

lunes, 10 de marzo de 2014

No es ser historia sino hacerla.

Estoy intentando no romperme en mil pedazos porque quién va a ser capaz de recoger todo este desastre si no eres Tú. Estoy revolviendo el momento de disolverme en ti. De fluir. De que no corra el aire entre tú y yo. Que seas tú quien me lo de. Comerme el mundo empezando por tu boca. Se me acelera, Vida. Sentir que da igual el tiempo que pase porque no pesa. Porque hemos prohibido la cuenta atrás. Todo se resume en tenerte delante sin publicidad.

Pero y qué si los ojalás
 nos están saliendo más caros 
que el sonreír a plazos.