martes, 9 de febrero de 2016

Eme.

Si me he despedido con un "hasta luego" es porque lo último que pretendo decirte es "adiós". 

(También porque el autoengaño es uno de mis puntos fuertes y tú de mis débiles.)

Luego he vuelto a Taksim y el dolmus ya no me llevaba a casa, porque un pedacito mañana sobrevuela Estambul. He necesitado ir al tekel y pedir con urgencia una cajetilla de tabaco que me he prometido no fumar en el primer bordillo que encontrase. He sonreído por los abrazos, los trenes y todas las caricias que sabes dónde dar 
(y menos mal).

Ya sabes que ahora mis pulmones tosen más que respiran pero también sabes que no sé medir la tristeza si no es pitis. Te envío un abrazo en otros brazos en cuanto llegues a Osmanbey. No quiero sentirte triste. Prefiero beberme contigo medio Vivaldi, volver a amanecer en tu salón, que me prepares medio litro de té como señal de buenos días a las cuatro de la tarde y recordar que las resacas compartidas son menos domingo. 

La única putada de conocerte es haber esperado al frío y a Diciembre. Aunque las casualidades no existen y tú sabes bien cómo curarme a base de cerveza en Bucarest. 

Sólo: 
gracias. 

Y vuelve. 

Mi mes favorito siempre fue Abril pero hace tiempo que ya no es mío, vuelve aunque sólo sea con la excusa de ser excepción y hacer de nuevo Septiembre en Octubre para que siempre sea Verano. Ahora, un último favor: ponte Mi rutina preferida y ríeme formato Boza. 

No te mueras nunca, pequeño zauzeto. Eres mucho más grande que todos tus miedos. 


(Esta noche la voy a hacer nuetsra leyendo a Irene y contándome con las páginas que no quiero pasar-te-nos.) 

(Y sí, te escribo esto porque sé que pocas personas me leen a escondidas como tú y por el abrazo de vuelta.) 

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