sábado, 27 de febrero de 2016

shquizo.

(Aunque hace una hoja de mi calendario biológico haya dejado de gritar nunca me he callado;

que no soy yo
quien haya dejado de escribir-te,
que eres tú
que has dejado de leerme.)

Cuando me sonrías, pero ya no sea para enseñarme los dientes, te los voy a tener que partir. Me vas a tener que oír por todos los poemas que no te he pedido cuando me dejes de escribir. Nos hemos manufacturado la vida y hemos inmolado nuestros aviones por miedo a estrellarnos - o peor: saber que al final siempre llega el aeropuerto-. He visto vómitos menos viscerales que los reproches que no nos escupimos.                ¿Sabes el ácido trepándote la garganta? Pues tú. 
Pero tampoco me importaría volver a tenerte al fondo de mi paladar, arcada incluida. 

Vamos a dejar claros los papeles porque los estoy empezando a perder: yo pego el portazo y tú te quedas con la puerta en las narices diciendo que todavía huele a vainilla. Me he tragado las llaves para que nunca se te olviden mis candados. Los puentes de Venecia no tienen ni idea de lo eterno pero sí de una ciudad que se sumerge por momentos, 

¿se te ocurre mejor metáfora?



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