domingo, 23 de septiembre de 2012

Nada que perder, nada que apostar.

El dolor. Ese que se clava y que hace que el nudo en la garganta ahogue. El tiempo ahoga. Se siente. Son pequeños agujeros que llevamos con nosotros. Como aquel que se hace un tatuaje, de esos que esconden historias detrás.
La felicidad. Amiga del dolor. Sí, amiga del dolor. ¿A quién no le duelen los momentos felices que no van a volver? Recuerdos. Echar de menos la felicidad nos invita a hablar de dolor. Se siente. Es esa pequeña rosa, con cuatro espinas, que parece muy valiente, pero el primer cordero sin bozal la puede devorar.
Pero, ¿y la indiferencia? Cuando ni el dolor ni la felicidad contratacan. Eso preocupa mucho más que hablar de dolor o felicidad. Cuando no sientes. No vives. No mueres. No. Y tampoco.


Cuando los latidos los impulsa Inercia. 
Cuando retrocedes a los primeros escalones de la pirámide de Maslow.

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