" […] Jaime. Llevaba el DNI encima" "Se está despertando..." "Jaime, ¿me
escuchas?" "Eh, eh, vamos, no cierres los
ojos." "Ya hemos llamado al
112."
"¿Tardarán?" " Abre los
ojos." "Ciérralos." "¡Ábrelos!" "Coje un
diamante y ponlo al Sol,
¿qué es lo que pasa?"
"Destello."
Sentirse ligero por una vez desde que se vuela
con alas de plomo, se respiraba con confianza, hasta el final.
Estar en una habitación quirúrgicamente blanca,
un bisturí desafilado, ya no corto ninguno de mis lazos. Las paredes vacías, la
lejía se llevó las letras que escribí sobre otra galaxia en la que te encontrabas,
ahora tengo la constelación desinfectada.
Mirar alrededor y encontrarte a ti ahora con lo
realmente mío: un colchón en el suelo, Bukowsky, Rimbaud, los versos más
tristes pero de día (sol luciente tocando
pieles árticas, un nuevo renacer.) Verlaie, Saint-Exupéry, Caulfield
mandándonos a la mierda, un mar que desprecia a un viejo que no tiene nada que
perder.
¿Y es que acaso
nosotros sí?
No quiero fotos, tuve marcos vacíos que me
dijeron mucho más de lo que vosotros llegaríais a hacer nunca.
Desprenderse de todo y entonces sentirla:
Libertad.
Oler a tabaco, a algodón de ferias, a más
estabilidad que decepciones, que plegarias, que polen quemado. Rezarte mil
oraciones mirando a la Luna, no al cielo, me miras desde
los astros, no desde un paraíso que igual nunca
llegamos a pisar.
Ahora sentir vivir en el Helsinki más cálido
que encontré nunca, con el colchón en el suelo, autores muertos para recitarte
y lo que pudimos ser sin el vaho que empañaba nuestros cristales. Con el golpe seco
contra el suelo después del desmayo los rompí en mil y un trozos,
caminé sobre ellos, y te encontré.
Tomabas medidas para amueblarnos. No queremos
armarios, no queremos cajones, no queremos almacenar.
Desde la nebulosa virgen, crédula y pulcra en
la que estamos, podríamos permitirnos comprar el presente, desprenderse del
pasado, y olvidar el futuro, no existe. A un segundo del reloj parado.
Cada día un vinilo diferente, una cajetilla
diferente, un marcapáginas diferente, pero hay quién permanece, atemporal.
Lanzarse al vacío no conlleva riesgos si es sin
paracaídas, se me acumulan un coágulo de ideas: mi iris sangrando, la oscuridad
estando a pleno Sol, tu llegada, mi despedida, horas muertas, tú quedándote, el
tempo, hojas amarillentas, nube de asfalto, telescopio terrenal,
placer infinito que duró un segundo, éxtasis,
la tranquilidad.
No sé cuanto tiempo llevaba cayendo, pero
empecé a escuchar una voz que no era la de Miles Davis, que no era la de
Armstrong llegando a la Luna, que no era la tuya.
Alguien me puso el
paracaídas
.
Creo que no me reconozco. (¿Acaso eso importa ya?) Estoy aquí rodeado de un blanco que apesta a negro. ¿Quién habló del gris y
todos sus matices?
Oigo muchas voces. Sólo escucho una. Esa voz.
La única capaz de hacerme reaccionar o algo parecido. Todo es rutina. No sé en qué me he convertido. No sé en qué me
he dejado convertir.
Quizá anduve en vano. Sin saber dónde iba. Sin
saber si tirar migas de pan para volver. (Volver, pero dónde.)
¿Quién dijo heridas en
los pies?
Inercia
al respirar.
Costumbre
al latir.
Hace tiempo que ya no
soy. O que soy sin ser.
Ya todo da igual.
Ya todo es igual.
Ya todo es ruido.
Pero. La voz. Es como rebobinarme. Ser lo que fui. Son decibelios que
ahuyentan todo este ruido. Tienen complejo de melodía. Creo que hasta me incita
a bailar. (Ya casi se me ha olvidado bailar.) Pero todos estos tubos me lo
impiden. Marca el compás del de la izquierda. De lo poco que queda de él. Es una melodía familiar. Me hace perder
el ritmo igual que lo encontraba con Ella.
Ella. Ella. Ella.
«Jaime, ya estoy aquí.
Sé que me has echado de menos.
Sé que te has echado de más.
Hacía tanto que no te oía llamarme así. Como
antes lo solías hacer.
Deja de morir por mí. Empieza a vivir para
ti.
Me fui justo a tiempo. Y en el tiempo justo.
¿Mis polvos no fueron buenos y ahora buscas
otros que te arranquen esas alas de plomo de cuajo?
Levanta el vuelo. Hazlo sin esperar la
caída.
Tú que puede vivir: vive.»
"¿Lo oyes? Es esa
melodía que se apaga y suena más vital que nunca."
"No me importaría
perderme la vida en una búsqueda: quemé el túnel, para que no hubiese luz al
final."
“Otra voz. Se pasan la
vida en salas de esperas pero nadie habla de sus lesiones cerebrales. Un
diagnóstico al pie del colchón de Jaime: coágulos, lóbulo frontal, cráneos del
mismo blanco de la habitación.”
“Y qué si me pierdo en
cualquier otra galaxia con autores muertos, y qué si nadie me busca”
Al final el sonido de un electrocardiógrafo hizo que todas las voces se callasen por fin
y de una vez. Una línea recta en los monitores indicaba el camino. Muerte
cerebral pero Jaime no había estado tan vivo antes. Volvía al blanco quirúrgico
para quedarse con todo lo que le habían quitado: el colchón, los vinilos y una
voz que decía no sé qué de un gran paso para la humanidad.
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