jueves, 4 de abril de 2013

Capítulo 1969. Versión Nebulosa. Epílogo.


" […] Jaime. Llevaba el DNI encima"   "Se está despertando..."    "Jaime, ¿me
escuchas?"    "Eh, eh, vamos, no cierres los ojos."    "Ya hemos llamado al
112." "¿Tardarán?"    " Abre los ojos." "Ciérralos."    "¡Ábrelos!" "Coje un
diamante y ponlo al Sol, ¿qué es lo que pasa?"   
"Destello."

Sentirse ligero por una vez desde que se vuela con alas de plomo, se respiraba con confianza, hasta el final.
Estar en una habitación quirúrgicamente blanca, un bisturí desafilado, ya no corto ninguno de mis lazos. Las paredes vacías, la lejía se llevó las letras que escribí sobre otra galaxia en la que te encontrabas, ahora tengo la constelación desinfectada.
Mirar alrededor y encontrarte a ti ahora con lo realmente mío: un colchón en el suelo, Bukowsky, Rimbaud, los versos más tristes pero de día (sol luciente tocando pieles árticas, un nuevo renacer.) Verlaie, Saint-Exupéry, Caulfield mandándonos a la mierda, un mar que desprecia a un viejo que no tiene nada que perder.
¿Y es que acaso nosotros sí?
No quiero fotos, tuve marcos vacíos que me dijeron mucho más de lo que vosotros llegaríais a hacer nunca.
Desprenderse de todo y entonces sentirla: Libertad.
Oler a tabaco, a algodón de ferias, a más estabilidad que decepciones, que plegarias, que polen quemado. Rezarte mil oraciones mirando a la Luna, no al cielo, me miras desde
los astros, no desde un paraíso que igual nunca llegamos a pisar.
Ahora sentir vivir en el Helsinki más cálido que encontré nunca, con el colchón en el suelo, autores muertos para recitarte y lo que pudimos ser sin el vaho que empañaba nuestros cristales. Con el golpe seco contra el suelo después del desmayo los rompí en mil y un trozos,
caminé sobre ellos, y te encontré.
Tomabas medidas para amueblarnos. No queremos armarios, no queremos cajones, no queremos almacenar.
Desde la nebulosa virgen, crédula y pulcra en la que estamos, podríamos permitirnos comprar el presente, desprenderse del pasado, y olvidar el futuro, no existe. A un segundo del reloj parado.
Cada día un vinilo diferente, una cajetilla diferente, un marcapáginas diferente, pero hay quién permanece, atemporal.
Lanzarse al vacío no conlleva riesgos si es sin paracaídas, se me acumulan un coágulo de ideas: mi iris sangrando, la oscuridad estando a pleno Sol, tu llegada, mi despedida, horas muertas, tú quedándote, el tempo, hojas amarillentas, nube de asfalto, telescopio terrenal,
placer infinito que duró un segundo, éxtasis, la tranquilidad.



No sé cuanto tiempo llevaba cayendo, pero empecé a escuchar una voz que no era la de Miles Davis, que no era la de Armstrong llegando a la Luna, que no era la tuya.



Alguien me puso el paracaídas
.






Creo que no me reconozco. (¿Acaso eso importa ya?) Estoy aquí rodeado de un blanco que apesta a negro. ¿Quién habló del gris y todos sus matices?
Oigo muchas voces. Sólo escucho una. Esa voz. La única capaz de hacerme reaccionar o algo parecido. Todo es rutina. No sé en qué me he convertido. No sé en qué me he dejado convertir.
Quizá anduve en vano. Sin saber dónde iba. Sin saber si tirar migas de pan para volver. (Volver, pero dónde.)

¿Quién dijo heridas en los pies?
Inercia al respirar.
Costumbre al latir.
Hace tiempo que ya no soy. O que soy sin ser.
Ya todo da igual.
Ya todo es igual.
Ya todo es ruido.

Pero. La voz. Es como rebobinarme. Ser lo que fui. Son decibelios que ahuyentan todo este ruido. Tienen complejo de melodía. Creo que hasta me incita a bailar. (Ya casi se me ha olvidado bailar.) Pero todos estos tubos me lo impiden. Marca el compás del de la izquierda. De lo poco que queda de él. Es una melodía familiar. Me hace perder el ritmo igual que lo encontraba con Ella.


Ella. Ella. Ella.








«Jaime, ya estoy aquí.
Sé que me has echado de menos.
Sé que te has echado de más.
Hacía tanto que no te oía llamarme así. Como antes lo solías hacer.
Deja de morir por mí. Empieza a vivir para ti.
Me fui justo a tiempo. Y en el tiempo justo.
¿Mis polvos no fueron buenos y ahora buscas otros que te arranquen esas alas de plomo de cuajo?
Levanta el vuelo. Hazlo sin esperar la caída.
Tú que puede vivir: vive.»



"¿Lo oyes? Es esa melodía que se apaga y suena más vital que nunca."

"No me importaría perderme la vida en una búsqueda: quemé el túnel, para que no hubiese luz al final."

“Otra voz. Se pasan la vida en salas de esperas pero nadie habla de sus lesiones cerebrales. Un diagnóstico al pie del colchón de Jaime: coágulos, lóbulo frontal, cráneos del mismo blanco de la habitación.”

“Y qué si me pierdo en cualquier otra galaxia con autores muertos, y qué si nadie me busca”




Al final el sonido de un electrocardiógrafo hizo que todas las voces se callasen por fin y de una vez. Una línea recta en los monitores indicaba el camino. Muerte cerebral pero Jaime no había estado tan vivo antes. Volvía al blanco quirúrgico para quedarse con todo lo que le habían quitado: el colchón, los vinilos y una voz que decía no sé qué de un gran paso para la humanidad. 

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